Sin voz, sin ley y sin defensa
Durante un largo tiempo, el maltrato animal en Colombia fue un ladrido sin fuerza, un maullido sin volumen, un dolor sin voz. Era una realidad a la que animales domésticos y silvestres debían someterse, pues una gran cantidad de amos, tanto rurales como urbanos, creían que estos seres no sentían dolor, por el contrario, eran tratados como objetos y en muchas ocasiones, sin compasión alguna.
Los casos de abuso quedaban impunes entre la rutina de las calles y la indiferencia de las autoridades. Golpes, violaciones y abandonos eran el día a día de

los animales, como si su dolor no tuviera peso en la ley, pues Colombia no contó con una norma que protegiera a los peluditos hasta 1989, que fue cuando se creó la Ley 84 y el país dio su primer paso hacia una legislación en busca de la protección de los animales.

Sin embargo, hasta ese momento, esta ley se quedaba corta frente a la crueldad; las sanciones eran mínimas y el maltrato era considerado como una falta menor. Algunos rescatistas se convirtieron en defensores de los animales, mientras que las autoridades, por su parte, no contaban aún con las herramientas judiciales para intervenir. En 2016, la Ley 1774 reconoció finalmente a los animales como “seres sintientes” y no como simples objetos. Este cambio jurídico abrió la puerta a nuevas sanciones y castigos para los agresores.